Jaime era un niño que siempre tenía una sonrisa en la boca, era valiente y le encantaba bailar. Una de las cosas que más le gustaba era ir al zoo, a ver a los delfiies amarillos su manera dulce de saltar.
Otra de sus aficiones era la de crear barcos de papel, pero siempre le salían arrugados.
Cuando jaime era pequeño llamaba a su madre para que le enseñara a hacer magia porque le fascinaban las barajas amarillas.
A Jaime le encantaba hablar a sus amigos y compañeros de clase de todas las cosas que hacía en compañía de su perro wally.
Era un niño muy dulce y risueño, al que le encantaba soñar que en el jardín de su casa tenía un columpio de acero muy bonito. También soñaba que cuando fuera mayor se compraría un coche estupendo.
Fue pasando el tiempo y Jaime se fue haciendo mayor, entonces su madre tuvo la idea de apuntarle a clases de natación, cosa que a Jaime le resultó una idea fabulosa, porque le encantaba nadar.
Lo que no le gustaba tanto era que tenía que estar con gorro de piscina y albornoz grande, ya que le parecía que estaba ridículo con ello puesto.
Lloraba cada vez que terminaba la sesión de natación, porque tenía que acompañar a su madre a la tienda, y no le apetecía nada.
Amenazaba a su madre diciéndola que quería hacerse un pendiente, pero su madre siempre le recordaba que era un niño muy bueno, y que ya cuando fuera mayor se arrepentiría de habérselo hecho en la oreja.
Su madre no tenía una queja de él, porque en el colegio los profesores la habían dicho que Jaime era un niño que llevaba siempre los deberes al día en su cuaderno amarillo y que interactuaba mucho en clase con sus compañeros.
Jaime cuando salía del colegio lo primero que hacía era coger la correa amarilla, y ir a dar un paseo a su perro wally, al que quiere un montón.
En sus ratos libres le gustaba mucho bailar, y sobre la pista brillaba el que más.
Le apasionaba montar en helicóptero y ver el movimiento de las hélices, dar vueltas.
Se consideraba muy valiente, por lo que había veces que le daban ganas de saltar del helicóptero.
Le gustaba pasar los fines de semana con toda su familia; y que le escuchasen tocar el clarinete, porque lo tocaba de una manera muy dulce y de esta forma intentaba llamar la atención, para que le escucharan con atención. Su música sonaba parecida al sonido del mar.
Verle tocar el clarinete amarillo era lo más, porque su cara se arrugaba y parecía que hablaba solo.
Iban pasando los días y Jaime estaba muy contento porque iba a ser su cumpleaños y lo iba a celebrar con mucha gente. Su madre le regaló unas zapatillas nuevas amarillas que le gustaron tanto que se las puso rapidamente.
Se puso a soñar con un pastel gigante amarillo y lo que más deseaba era estar con su familia y con todos sus amigos.
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